jueves, 10 de junio de 2010

LOS POETAS DE LA ZONA ROSA


Me los imagino, tomándose un daiquiri bien helado bajo la sombra, en una terraza de baldosas relucientes entre el verde césped frente a la ancha avenida del Hipódromo. Uno de ellos, el chelito de ojos verdi azules, el que más hablaba y el que leía cantadito, alguna vez bajó o subía a la Luna a mostrarse ante el público; ante aquel público de algarabía ilustrándolo con sus dotes de poeta imberbe todavía.

El muchachito aparecía seguido por el lugar, pero no se sabía que hacía, ni qué andaba haciendo. Las lenguas se encargaron, con el tiempo, de decir que talvez era un aprendiz de pintor que curioseaba y deseaba aprender algo del oficio, pues como era un cipote, apenas se le conocía algo de sus versos envueltos en pañales de su cuna de oro.

Se le veía también en exposiciones de pintura y siempre andaba sonriente como si estuviese en alguna fiesta de cumpleaños de algún primo suyo quien tendría que romper la piñata con un gran palo envuelto en papel de china.

La historia de este singular cipote no termina aquí, pues dicen unas lenguas que un buen día lo llamó el presidente de la República para darle un empleo ya que el tal cipote era hijo de un diputado del partido oficial. El trabajo consistiría en escribirle al presidente los discursos del momento. Años después, el muchachito del cuento, pasaría a ser, como su papá, otro flamante diputado. Se dejó crecer la barba para que los viejos diputados no lo confundieran con un niño. Además le encaramaron el mote de Licenciado. Y no termina allí la cosa, ya que a los pocos meces de servirle a la Asamblea, lo llamaron para ofrecerle otro cargo de más altura en una oficina llamada Concultura. A los pocos días surge una asociación de poetas, cuya presidente es la propia mamá de este joven poeta.

Al parecer, la zona rosa está produciendo muchos poetas últimamente, pues todos son como de la familia montados en una rueda de caballitos y van dando vuelta ahí todos felices saboreando el kake del cumpleaños.

A estas cosas, algunos han sabido darle el nombre de tráfico de influencias o algo por el estilo. ¿Usted que dice? – algo dirá, supongo. Otra opinión del caso será bien recibida en esta puerta de entrada por donde todo lo que pasa se convierte en palabras que todo mundo pronuncie.

Esperamos que este llamado no sea sólo eso, pues el país se está llenando de poetas que luego se convierten en funcionarios de escritorio lleno de banderitas de lindos colores.

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