
Yo no sabía que darse la mano era un saludo formal que las personas realizan cuando se encuentran, ya sea en una terminal de buses, en una calle cualquiera o en la puerta de una casa donde la novia de un amigo aparece sonriente y a además de eso se dan un largo abrazo.
A los 9 años de mi temprana adolescencia, alguien me dio la mano por primera vez. Ese alguien ere un compañero de escuela o amigo de escapadas. Me dijo: ¡qué tal Manuel? Y me extendió su mano. Hasta entonces toda la gente del pueblo, saludaba sin darse la mano. Recuerdo que ese amigo viajaba constantemente –acompañado de sus padres- a la capital. Donde posiblemente aprendió ese estilo de saludar, copiándolo tan bien, que se convirtió en un experto.
Yo no sabía. Y por eso lo confieso aquí como una anécdota del recuerdo. Y que por imitación (quiero decir,) uno aprende a saludar.
Por ahora, iré a la cocina a prepararme una taza de café de olla.
Pido disculpa a mis pocos lectores, por estas notas que en mi libreta expongo a manera de apuntes sin orden ni fecha. Pido también, comprensión y tolerancia que al final es lo único que nos puede acercar en este mundo donde las distancias están marcadas por fronteras de frialdad y extraños signos de egoísmo.
Pido y sigo pidiendo a quien se haga cargo del mandado, para que estas letras no caigan en saco roto y mucho menos sean guardadas en gavetas, eternamente. Así, no tendré la postura del que arrodillado, se acerca a la mesa extendiendo la mano, mientras el que disfruta del banquete lo mira extrañado.
A los 9 años de mi temprana adolescencia, alguien me dio la mano por primera vez. Ese alguien ere un compañero de escuela o amigo de escapadas. Me dijo: ¡qué tal Manuel? Y me extendió su mano. Hasta entonces toda la gente del pueblo, saludaba sin darse la mano. Recuerdo que ese amigo viajaba constantemente –acompañado de sus padres- a la capital. Donde posiblemente aprendió ese estilo de saludar, copiándolo tan bien, que se convirtió en un experto.
Yo no sabía. Y por eso lo confieso aquí como una anécdota del recuerdo. Y que por imitación (quiero decir,) uno aprende a saludar.
Por ahora, iré a la cocina a prepararme una taza de café de olla.
Pido disculpa a mis pocos lectores, por estas notas que en mi libreta expongo a manera de apuntes sin orden ni fecha. Pido también, comprensión y tolerancia que al final es lo único que nos puede acercar en este mundo donde las distancias están marcadas por fronteras de frialdad y extraños signos de egoísmo.
Pido y sigo pidiendo a quien se haga cargo del mandado, para que estas letras no caigan en saco roto y mucho menos sean guardadas en gavetas, eternamente. Así, no tendré la postura del que arrodillado, se acerca a la mesa extendiendo la mano, mientras el que disfruta del banquete lo mira extrañado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario